Finales del siglo XVI. Sevilla es la gran urbe mundial, el epicentro del Imperio. A orillas del Guadalquivir y con una ciudad que mezcla la fisionomía islámica de sus calles con las nuevas tendencias artísticas, la capital hispalense comienza a florecer, a convertirse en una de las ciudades más importantes del mundo.
Su Catedral, finalizada a principios de siglo, acompañada del Archivo de Indias, el nuevo Ayuntamiento, el Hospital de las Cinco Llagas, el Palacio de Dueñas o la Casa de la Moneda, dotan a la ciudad de un aspecto monumental que la convierte poco a poco en una de las ciudades más poderosas y ricas del mundo. Una gran urbe con una extensa población. Es a finales de este siglo de esplendor cuando, en el antiguo Convento de San Pablo se fundaría una de las hermandades que más devoción tuvo durante el siglo venidero, un siglo de tremendos contrastes en la historia de Sevilla.
1597. Ese es el año en el que nacería la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Antigua, Siete Dolores y Compasión. En poco tiempo adquirió una gran importancia entre las hermandades que realizaban estación de penitencia en la ciudad. Buena parte de ello, fruto de la devoción anterior que ya tenía la imagen de la Virgen. Es en la Magdalena donde dan sus primeros pasos, donde comienza a convertirse en una de las imágenes que más devoción tenía entre los sevillanos y una de las Hermandades fuertes de la ciudad. Cada Jueves Santo por la tarde, la hermandad hacía estación de penitencia. El Cristo de aquella hermandad es el actual titular de la Hermandad de la Candelaria, Nuestro Padre Jesús de la Salud. También procesionaba un crucificado que fue utilizado en 1850 por la Hermandad de la Lanzada. El paso de palio, actualmente de la Hermandad del Valle y adquirido por dicha corporación en 1805, estaba presidido por la Virgen de la Antigua y Siete Dolores.
Del siglo XVI con el gran esplendor de la ciudad, se había pasado en apenas cincuenta años a una crisis sin precedentes en la capital hispalense. Casi la mitad de la población había perecido en la epidemia de peste, los estragos habían sido grandes. Fue en esos momentos cuando salió la gran generación de artistas sevillanos que, a través del arte, reflejaron y transmitieron lo que sucedía en la ciudad, así como sus costumbres, imágenes cotidianas o bien haciendo tallas que pasarían a la posteridad. El barroco se hacía notar en Sevilla. Poco a poco, a través de sus imágenes, templos, edificios, etc., se fue convirtiendo en una de las ciudades barrocas más importantes del mundo. Desde Valdés Leal a Juan de Mesa, pasando por Martínez Montañés o Murillo y Zurbarán. El esplendor artístico contrarrestaba con la profunda crisis en la que se iba a ver envuelta la ciudad a raíz de la epidemia de peste. El Siglo de Oro en la capital hispalense iba acompañado de la gran devoción que los sevillanos le tenían a la Virgen de la Antigua y Siete Dolores.
Mientras tanto, en el Convento de San Pablo, la Hermandad de la Antigua, Siete Dolores y Compasión se convertía, a través de la nueva imagen de Roldán en la devoción mariana más fuerte de la ciudad. El pueblo sevillano sacó a la Virgen de la Antigua, Siete Dolores y Compasión en rogativas, para pedir por el final de la peste. Fue después de la pandemia de peste que asoló la ciudad cuando la junta de gobierno decidió cambiar la antigua imagen de la Virgen, atribuida a Andrés de Ocampo, por una nueva talla que hizo Pedro Roldán, así lo atestigua un inventario del año 1673 en el que se deja constancia de que la hermandad encargó una nueva Virgen a este escultor. Fue esta quien le dio el auge a la hermandad en la segunda mitad del siglo XVII, siendo la gran devoción del barroco sevillano.
Una hermandad que arrastraba una gran devoción en una ciudad golpeada duramente por la peste y por la crisis que esta agravó, tanto económica como social. Al igual que la ciudad, que pasó de ser una de las más pobladas y con más influencia del mundo, se sumió en una gran crisis, a la hermandad de la Antigua, Siete Dolores y Compasión le pasó algo parecido, un paralelismo con la historia de Sevilla y una historia de la que no pudo escapar.
El último gran momento de la corporación fue en el año 1699 cuando adquirió un terreno propio en el compás del Convento de San Pablo, donde erigió su propia capilla, en el lugar en el que actualmente se encuentra la Capilla de Montserrat. No obstante, el nuevo siglo trajo consigo una pérdida de influencia y arraigo que acabaría por condenar a la hermandad. Pasaban los años y la que fuera la gran devoción del barroco sevillano iba perdiendo fuerza progresivamente hasta que en 1766 salió por última vez en la tarde del Jueves Santo. Entre medio, sus últimas grandes salidas por rogativas fueron en 1706, por la Guerra de Sucesión, y 1736. Esta última salida procesional fue el prólogo de un final anunciado durante años, acabando sus imágenes en el año 1826 a ser propiedad de la Parroquia de la Magdalena.
Al igual que, al pasear por Sevilla, todavía encontramos la huella de aquellos años dorados del siglo XVI, la Hermandad de la Antigua, Siete Dolores y Compasión también dejó su huella reflejada en Sevilla para siempre. Un azulejo en la puerta de la Capilla de Montserrat así lo recuerda. Las imágenes también han sobrevivido al paso del tiempo, al letargo en el que quedaron cuando la hermandad se extinguió. Las parroquias y algunas hermandades hicieron uso de estas imágenes en algunos momentos, llegando a ser, en el caso del Cristo, titular de otra corporación. La primitiva virgen que esculpiera Andrés de Ocampo se encuentra actualmente en la Parroquia de la Magdalena, mientras que la de Pedro Roldán está en la Iglesia de Santiago. El Cristo que fuera titular de la hermandad ahora lo es de otra, la Hermandad de la Candelaria, donde ha vuelto a recibir el culto y la devoción que perdió antaño.
Una historia llena de paralelismos entre la que fue la ciudad más importante del mundo y la que fuera la gran devoción de la Sevilla del barroco. La historia que fue, la que nos ha llegado y lo que los historiadores nos han trasladado sobre la Virgen de la Antigua y Siete Dolores, ligada de por vida a la historia de la ciudad de Sevilla que se aferró a esta virgen en los momentos más difíciles de aquellos tiempos.