¿Hemos pasado lo peor? Esa es la pregunta que nos hacemos constantemente cuando en cualquier reunión sale el tema de la maldita pandemia que lleva azotando al mundo entero desde el pasado año. Un año negro para la humanidad y en particular para las hermandades y cofrades sevillanos que, por segundo año consecutivo, se han quedado sin realizar estación de penitencia.
No obstante, el sentir general en las últimas semanas es más optimista. El ritmo de vacunación, la finalización del estado de alarma y el discurso más relajado sobre la actualidad del coronavirus debido a la bajada de incidencia de este abre la puerta a la ilusión y la esperanza de cara al próximo año 2022. Un año en el que se pueden volver a revivir estampas tradicionales, que estamos acostumbrados a ver y que echamos en falta y también para vivir momentos que quedarán grabados en la historia.
Se levantan las medidas adoptadas meses atrás y se comienzan a abrir puertas para lo que está por venir. En la calle, entre los cofrades, el optimismo, todavía sin desbocar, se hace presente en cada conversación. ¿Pasos en la calle el próximo año? Quizás todavía es demasiado pronto para decirlo. Lo que sí está claro es que, en circunstancias parecidas en siglos atrás, Sevilla se ha caracterizado por sus salidas extraordinarias. En ese sentido, no sería descabellado plantear una salida extraordinaria al término de la pandemia. Pero ¿cuál es la historia de las salidas extraordinarias en la ciudad de Sevilla?
La Virgen de los Reyes y las procesiones de acción de gracias.
Plantear una procesión por acción de gracias al término de la pandemia no es nada descabellado. De hecho, a lo largo de la historia de la ciudad encontramos numerosas procesiones de agradecimiento al término de los peores momentos que ha vivido Sevilla. Para encontrar la primera tenemos que remontarnos al año 1248. Fernando III el Santo acababa de reconquistar Sevilla y entraba en la ciudad acompañado de una imagen de la Virgen portada en andas. La Virgen de los Reyes. Desde entonces, la Patrona de la ciudad y la Archidiócesis ha sido la imagen que ha procesionado al término de las peores coyunturas a las que se ha tenido que enfrentar la ciudad.

Lo hizo posteriormente en el año 1337, en este caso para pedir por la salud del rey Alfonso XI. A esta le siguió la salida por la reconquista de Granada en 1492. Desde entonces, la patrona de Sevilla y su Archidiócesis ha sido la imagen mariana que más veces ha salido en acción de gracias, ya fuera por el término de un conflicto bélico (como la de 1732 o 1939), por el término de enfermedades que azotaron de manera importante a la ciudad (1801 o 1886 por el fin de la fiebre amarilla y la epidemia de cólera, respectivamente) o por otros acontecimientos en los que se creyó oportuno sacar a la Virgen de los Reyes para dar gracias como por ejemplo el nacimiento del infante don Carlos, nieto de Carlos IV, en 1771.
No obstante, no es la única imagen a lo largo de la historia que ha salido en procesión de acción de gracias. La Virgen de la Hiniesta Gloriosa, patrona del Ayuntamiento de Sevilla, también salió en agradecimiento por el fin de la epidemia de peste en 1649, epidemia en la que fallecieron en torno a 50.000 personas en la ciudad de Sevilla. Fue ese año y esa salida la que estableció el voto de acción de gracias a perpetuidad por el Ayuntamiento de la ciudad. Treinta años más tarde, volvería a salir por el mismo motivo, el fin de una epidemia de peste.
El Cristo de San Agustín, el protector de Sevilla.

No solamente nos encontramos procesiones de agradecimiento en Sevilla. También, las más numerosas, fueron para pedir por el término de enfermedades, guerras, sequías, etc. Entre estas procesiones destacan las que realizó el Cristo de San Agustín, una de las devociones más antiguas de Sevilla, a lo largo de los siglos pasados.
A lo largo de la historia ha sido la imagen a la que los sevillanos miraban en los momentos de mayor dificultad. Queda constancia de ello por las numerosas procesiones extraordinarias en rogativas que se han sucedido durante más de 400 años. La primera de la que se tiene constancia fue la del 25 de marzo de 1525 en la que la imagen del Cristo de San Agustín procesionó para pedir por el fin de la sequía que sufría la ciudad de Sevilla y sus alrededores. A esta salida le siguieron dos más ese siglo (1565 y 1588). Las procesiones en rogativas presididas por el Cristo de San Agustín fueron frecuentes durante los siglos venideros, sobre todo durante los siglos XVII, XVIII y XIX. La última vez que salió la talla primitiva fue en 1926, diez años antes de que fuera quemada en el incendio que arrasó la Parroquia de San Roque.
Por rogativas también encontramos a lo largo de la historia de la ciudad numerosas imágenes que se sacaron a la calle. Desde el Gran Poder a la Virgen del Rosario de Monte-Sión, pasando por las Santas Justa y Rufina o el Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro.
Las más multitudinaria, por el número de imágenes que salieron a la calle, fueron las procesiones que en 1800 se organizaron para pedir el final de la fiebre amarilla que tanto daño hizo en la ciudad. El Gran Poder, el Cristo de las Tres Caídas de San Isidoro, el Cristo de la Humildad y Paciencia o imágenes marianas como la Virgen del Valle salieron a las calles de la ciudad para rogar por el término de dicha enfermedad. También lo hicieron en Triana La O, el Cachorro y Santa Ana, donde la epidemia afectó especialmente.
Estamos, o eso parece, en los últimos meses más negros del coronavirus. El optimismo y la ilusión por el nuevo año se hace patente en cada conversación, debate o charla sobre la futura Semana Santa, ¿es el momento de comenzar a valorar la posibilidad de realizar una salida por acción de gracias? La historia así lo confirma.